De Ricardo García |
Aunque esa sea la distancia
que requiere el silencio
de la ceniza
preferirías creer
que el ícaro de tus pulmones
aún no se ha precipitado
desde su privación
y se dirige en llamas,
feliz venablo enamorado,
hacia las llamas.
De Ricardo García |
Les dije a los niños que contemplaran el azar
violeta, su inesperado regalo, pero ¿cómo
sabrían comprenderme si el viento
aún les posee,
si pertenecen al aleteo que no se
explica
a sí mismo y a salvo se vuelve
también violeta?
Ellos,
que ignoran el sometimiento a las
fatalidades,
residen todavía en el ciclo del
agua.