¿Queda
algún vegetal sobre la escarcha
del
que puedas medir botánicas celestes?
Se
confabula un ángel con el frío
y
rueda hasta el acebo,
y
salta a tu ventana, se licúa en la piedra,
y
vuelve a endurecerse y persigue a las niñas.
Frotas
sus nudillos amoratados,
las
traes al regazo,
les
murmuras que son las damiselas
de
la ciudad con altos edificios
y
una avenida bienaventurada.
Un
ángel masculino no ha entendido
la
dulce confidencia,
-el
dorso de tu mano que sostiene
turgente
pecho, luego una cintura
estremeciéndose-
y
maltrata a las niñas.
Debes
flotar
para
esas novias excitadas que oyen
la
sombra del esposo con su sexo invisible
como
pabilo hiriendo cuando goza.
Flotar,
subir del hielo.
De
rosas extrañísimas despojas
a
tal ángel ceñudo.
Llamas
a las muchachas, la campana congrega,
les
muestras una danza, las despiertas
de
sí.
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