sábado, 10 de diciembre de 2016

De ENTRA EL VIENTO DE OLOR CIRUELA



        Interior. Niza. 1919


        ¿Acaso no me corresponde la ociosa mañana de cian sobre el mar blanco?

        Al mediodía la sorpresa invita a mis ojos desde lo íntimo donde me sumergía.

        Son inminentes las desdichas cuando la duración de un hilo, sedoso de tiempo, me halaga con el asombro,

        cuando un minuto se sucede a otro minuto pero contengo toda la eternidad  leyendo sin prisa, por ejemplo, o toda la infinitud de las edades al abrir un armario, oler el desorden, sobreponerme a los estratos precipitados de  sus tesoros y se vuelva la tarde un barco sobre la lana  del recuerdo,

        cuando ni siquiera me peino porque el espejo se convierte en un amigo perezoso y  nada inoportuno lastima el pentagrama  del cristal,

        cuando hay un exceso de gracia en la duración de una caricia,

        es entonces que lo breve del deleite irrumpe con antiguas tijeras y  fragmenta partes del hilo, lo malogra en trozos, lo trastorna,  y este dolor de muertos, ¿cuánto, este dolor?

        Pero me corresponde el blanco de la alegría aguamarina, sólo una ola, cierto, tan sólo el intervalo más armonioso de la espuma.


No hay comentarios:

Publicar un comentario