domingo, 7 de junio de 2015

Del libro FANTASMAS Y CÁLAMOS





      • Los amos intocables
        del territorio que recorre
        la lechuza
        -oye el temblor en las pestañas
        del ratón y la noche
        dibuja en las cenizas
        de los sacrificios mi sueño
        intranquilo-,

        los amos de erizado vello,
        con pupilas felinas
        y olfato más que lobos,
        mojan sus uñas en el cuenco
        del kikeon
        y humedecen mis labios sólo
        enseñados con tu saliva,
        Duino;
        quieren que beba, quieren
        que lo mire.

        Cómo negarme a ver
        el pie sin su sandalia
        descuidada,
        sus rodillas abiertas, torso
        que si lo toco me hundiré,
        axilas comedoras,
        me hundiré si las toco,
        extraño cristo en el regazo
        de la madre,
        gesto del que posee
        y otorga y enajena,
        definitivo hueco;
        me hundiré si lo toco
        y lo miro
        y lo quiero tocar.


        Duino,
        distrae mi mirada
        con la placidez
        de tus estrellas sensitivas,
        dos o tres estrellas mudadas
        en agua,
        cometas de tu sexo
        no irascible que, como el agua,
        va subiendo y bañándome,
        aquietándome.

        Si lo miro
        cómo regresaré
        de su hendidura.

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