sábado, 26 de enero de 2013

Uno para V,mi querida V, doble

      CIRCE






      I        de Bertram Mackennal

                  La hechicería
      guiando un rastro melancólico
      en madrugadas de la lluvia.

      Cualquier abrigo está mojado
      aunque no con la gelatina
      del deseo,
      no con los cercos complacidos
      que el deseo traza en las telas.

      El instinto de penetrar 
      se abre paso entre las vasijas
      y rompe, moldeando,
      la carne revelada, y urge
      a la sed, disemina olvido
      en la fidelidad, y toma la carne
      un bronce calcinado,

      pero
      qué respuesta de la ternura
                  permanece seca, sin moho,
      al sol, querida;

      qué respuesta, no sólo sexo,
      no sólo de gruñidos,
      acoge sin pudrirse.

      Levantando los brazos, sila_
      beando  el maleficio:
      Oh, soledad, decía
      mientras se distanciaba.






      II      de J. William Waterhouse

                 Oh, soledad, decía,
      mientras se derramaba el vino
      sobre el hocico de las bestias.

      Isla incluida en el círculo
      envenenado del silencio,
      banquete de las ansiedades
      alocadas
      porque no es otra cosa urdir
      la vida;
      ciudades con hermosos
      amantes
      porque no es otra cosa hablar
      de la magia,
      lechos a salvo de la lluvia
      porque no es otra cosa hallar
      la trama esencial de los bosques.

      Y pedir: no me olvides,
      y guardar la parte salvaje
      de los viajeros.

      Ello se van,
      nunca desembarcaron,
      no estuvieron.

      Ellos se van,
      fueron un espejismo.

      Dejan
      un hijo etrusco y ocultado
      que bebe vino para ahogarse,
      ese buen vino azul,
      carnívoro.

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