Dos poemas del anochecer
I Volviendo con la niebla con la lluvia: un resplandor. No
conozco desde dónde esa mancha de luz, un lugar invisible reverberando y hace frío
tan fuera.
Dentro del coche hay un silencio de
estar cruzando extraños ríos estelares. Y aún diviso faros en el enorme lomo de Los Montes.
Para el tráfico aéreo, me dice el
conductor.
Las columnas gigantes, sombras ahora, y sus aspas, que cortarían una
piedra de soledad con su filo de viento.
Rítmicamente avisan en una luz
girando, acariciando el cuerpo misterioso de la niebla…En todos los
aviones te has marchado.
II Alguien mira llover, está en su olvido.
Sé, desde el inicio de la magia, que
tu olvido, con tanta lluvia rebosa de su aljibe, pero si yo no me distraigo de
pensarte, de haber dejado resentirme, maldecir,
tú tendrás agua para julio, jugarás
con tus perros entre los avellanos, seguirás vivo, a salvo de la sed.
Te escribiría cartas que comenzaran como he dejado un tesoro bajo
tu casa o multiplico raíces de árboles de sombra sosegando.
Y no preciso escribirte las cartas ni
nombrarte. Que tu olvido soy yo, hasta su vértice de lluvia y el sol yendo a lo
oscuro, hasta la lluvia sin cansarse, hasta el olvido, te mantengo latiendo, hago
esa magia.
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