POSICIONES DE BALLET
I
El crujido del tul
no oculta sino muestra
cuando el espejo amiga.
Apenas la cintura
es una curva breve
resumiendo el ayuno
de un ombligo infantil,
extrañando la goma
de las medias translúcidas,
piel de mar alisado,
recogiendo la sal
bajo los pechos mínimos.
La bailarina olvida
maquillando sus párpados.
¿Qué madrugadas huyen
de la humedad desorden?
¿Qué rosa carne duerme
a cambio del carmín?
Pero el espejo intenta
cruzar a su barbilla,
retirarle el cabello
y besarla después
en la incisión exacta
de su azulada nuca,
por desearle suerte,
por amarla un instante
antes del escenario.
II
Será en ese momento del telón.
Ella aguarda sentada, sonriente;
la tensión se camufla entre el vestido
y agudiza la punta de sus pies,
ofreciendo, inconsciente, al tramoyista,
los montes invertidos de sus muslos
recamados por las bragas de nieve.
Él podría romper esta muñeca
sólo pasando el dedo que dibuje
el contorno de tal orografía
y ella se hubiera estremecido tanto
que volviese a derrumbarse el telón
y hubiera enmudecido la obertura.
II
El bailarín de amanerado gesto
sujeta la entrepierna
resbalando su brazo a la rodilla,
empuñando el talón y retornando,
apenas en un roce,
hacia el ombligo alerta que ella ofrece.
La mano se retarda,
es una mano amnésica del fuego...
Pero la bailarina
no pudo remediar
tras su sonrisa máscara
que, entre tanto el aplauso y las guirnaldas,
sus translúcidas medias
se fueran empapando.
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