VIII
Tal
vez un ángel me descubra
y
me regale la ignorancia,
el
fantasma que fui
entre
las rojas rosas
de
las piedras.
Que
me permita retornar
a
mi paseo cándido,
al
silencio que ni siquiera
es
muerte
sino
bella desolación,
una
tarde perfecta
y
sin peligro.
Pero
me
ve de carne advenediza.
Yo
podría decirle
que
he conocido el miedo
y su trofeo.
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