Retrato de
Lydia Delectorskaya*
Cuando
se ha probado la granada nativa
del
fracaso –primero fresca
luego
paladear su oscuridad fibrosa-
y la costumbre es su perfume
-aliento
que lesiona según aletarga-
y se
va dejando por las plazas un rastro
que no
se sabe si recuerda
a una pesadilla,
a la
exquisitez,
tú
contemplas mi pelo verde
-cierto
matiz que da la sombra-
intentando
encontrar brillos de insumisión,
rasgos
en mí que te revelen
tentativas
del ave fénix, conjeturas
de un
renacimiento.
Esa
que miras, esa que aparenta agrado,
esa
que advierte, en el dolor de quien camina
palpando
las paredes, genealogías
de la
vergüenza y se estremece
y
busca la más inapropiada palabra
balsámica…
yo, la que miras,
¿sabrá
responderte
sin
que afloren hebras
que
zurcen el fracaso, hebras de olor que asoman
desde
la derrota?
Y el
lado encendido,
alimonado,
de mi rostro,
¿sabrá
mentirte tanto que nunca descubras
el
jardín de mis hijos sordos y vencidos?
*Matisse