Hora perfecta
La luz de esta mañana
me ha vuelto primitiva,
esencial,
transparente.
Ahora
me parezco a los loros,
a la melia azedarach
y a las piedras.
Cada cosa callada
respira suavemente;
el deseo es un ciclo
que se consuma lento
y recreándose
en su fugacidad.
Cada cosa importante
-siempre tan invisible-
despierta sin agujas
y va fluyendo
y va
tranquila ardiendo.
La luz de la mañana,
con su tiempo más verde,
me ha regalado el don
de la
caricia.
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