sábado, 29 de marzo de 2014

II y + de libros ( En la pizarra un poema)





      Para que la palabra ruede
      hasta los libros misteriosos
      donde Padre Punchau escribe
      la razón de los días,
      la vida que nos vive.

      Para que la palabra siempre
      llame. Padre Punchau nos hizo
      de un barro de palabras,
      nos pronunció, nos rescató
      de anfibios, nos secó despacio,
      vocalizó los nombres,
      nos separó del viento.

      Para que ruede y ruede, aroma
      de palabras, vieja sangre
      lustral… trabajos de vivir
      que nos escriben.

sábado, 22 de marzo de 2014

+ de libros I ( En la pizarra un poema)



      Vienen desde lejos.
      ¿De qué ciudad oculta vienen?
      ¿De qué grieta,
      por donde supo el agua huir
      bajo la arena, vienen?

      Con la memoria de un jardín
      se acercan. Con puntas de flechas
      de otros hombres dormidos,
      con mapas de rutas de polvo,
      esos itinerarios
      que en la noche
      sólo son estrellas y frío
      y, en la tierra, nadie.

      Vienen… ¿vendrán a nuestro encuentro
      con la canción que se regala
      a los viajeros
      como una piedrecilla azul
      de la alegría?

      ¿Vienen para acercarse y mientras
      vienen se les ha adelantado
      su sonrisa?

      Son casi un espejismo ellos
      que vienen o van…

      ¿Será que van después de darnos
      su tesoro, después del beso,
      la piedrecilla?

      ¿Regresan al jardín del año
      de las flechas de sílex, vuelven
      a la residencia del agua,
      al envés del tiempo,
      a la primera voz
      de las estrellas?

sábado, 15 de marzo de 2014

Un pequeño cambio...

...sí, hago una parada. 

Has escrito tan pocos textos en prosa.






Tengo, como marca para el libro de estos días, una fotografía fechada en Reus, cinco de  mayo de 1917. Con una dedicatoria: “A mis inolvidables tíos”, y firmada por J. de Rabassa.


Se adivina tu perfil aguileño. La frente prominente hace que el rostro no sea perfecto. Tu pelo brilla, suave y recogido, para acariciarlo. Tan negro. Los labios finos muestran una sonrisa impropia de un retrato de 1917, porque a ti, lo que te habría gustado hubiera sido soltarte el pelo, burlarte del fotógrafo, abandonar esa flor de perfume cansino que sobra en tu mano, arrancarte el broche oscuro el vestido, arrancarte el vestido funeral porque sólo tienes dieciocho años. Aunque no está bien visto que una jovencita burguesa y catalana, hija de un ingeniero alemán, se fotografíe con otro atuendo.

Quien te mira no tiene sensaciones de sombra.

Qué guapa eres, Joaquina, Joaquinita. Tu retrato no pertenece a aquellas impresiones donde las líneas se pierden, donde la voz ya no existe y nubecillas inútiles adornan los vértices de la cartulina.

Escucho el viento en tu piel y soportas serena el sol en los ojos. Tan amplios, tan acogedores tus ojos, tan para olvidarse y tiernos. Exactos, fuertes.

Detrás de ti hay una lejanía de jardín descuidado, una maraña de follaje supuestamente enorme.

Tus manos, tu cuello, son limpios. Se entretienen los pendientes finos, medio ocultos por el moño. Los imagino en rítmico oscilar cuando, con ademán rápido, te vuelves, ¿me coloco así? Noia, la mano derecha apóyala en la mesa. Tu pelo otra vez. Poco a poco resbala sobre la frente. Para hundir los dedos y besarlo y perder la memoria..

Es mayo y tu piel. Mayo eternamente para el instante de la fotografía, Maravilloso mayo para las noches de invierno, para los grises melancólicos del retrato, en el deseo que te entreabre los labios dispuestos. Mayo en la distancia de un pueblo toledano.

Tu paso rápido y lento, cuando te avisaron para la fotografía. Tus ojos morenos son la alegría. Estaban con Montse.

No importan ritos de ausencia porque sólo tú existes. Cuentas, a quien te mira,  la vida, sonrojándote al pensar en las bellas promesas del futuro. Pero Montse marcha lejos.

¿De dónde venías? ¿Quién te dijo: aguanta un momento más que ya terminamos? Te acaba de comentar Montse que se marcha a un lejano pueblo, cómo es su nombre, de Castilla. Y es para siempre. ¿Siempre? ¡Si “siempre” no existe! El tiempo. Es un tiempo que no intuías sentada en una silla de ruedas, para siempre, para siempre, sin calor.

Te llegan las cartas de tu amiga con doce hijos. Montse, rubia y suave, con doce hijos.

¿A quién se le ocurriría bajar corriendo las escaleras sino a ti? ¿Dónde ibas?

Observar sentada el cielo, la guerra que parte, aquella foto, desear el jardín para los besos. O aguardar las cartas desde Castilla, sentada. ¿Cómo visitar aquel pueblo perdido?

Alguien que no conoces sueña con tu pelo.

¿Quién eres, Joaquina de Rabassa? ¿Qué razón me hace rescatarte del álbum, del armario de las ropas vacías? ¿Qué delicado fantasma me  susurra tu historia?

Transcurrieron las estaciones y ya no son los mismos los amigos, los platos de medianoche,  tus queridos más que tíos.


Eterna, inviolable, continuamente viva, sonriendo para descubrirte una y otra vez en cualquier cajón y estremecerme. Tengo otros amores secretos pero tú dulcificas la última frase, antes de dormirme, con esa  mayúscula jota  inicial rebajada, pequeñita y fina.

domingo, 9 de marzo de 2014

XLII De libros ( El espejo del viento)

La historia de este libro catálogo es curiosa:

El fotógrafo Robés ofreció a la entidad pública en la que yo trabajaba ( hace tiempo) la oportunidad de una exposición con catálogo incluido. La exposición nunca llegó a realizarse pero quedó el precioso libro.  Me ofrecí para escribir los textos que acompañaran a algunas de las imágenes aunque, por escrúpulos éticos pues trabajaba en la misma entidad que los publicaría, aparecí con seudónimo: Nairam Casir. Sobra contar lo demás.


      Perspectiva de altura al mar.

      Has de subir, llegar al mar.
      Soportas
      un cuchillo de sol,
      lumbre en los pies y sal
      en tu frente.

      Pero alcanzar lo glauco de este mar
      y contemplar su orilla,
      tender tu brazo triste a las montañas,
      puras islas azules...

      Conseguir diluirte sobre el mar,
      acariciar su trigo,
      adivinar un mes con su precioso
      estambre,
      ansiar el jugo tinto que serena
      un desánimo,
      decir: ¿qué queda en mí
      que no sea de tierra enamorada
      alrededor del viento?...

      Perspectiva de altura.

      Subes las escaleras
      aunque te ciegue un ángulo radiante
      con su enigma,
      aunque la lumbre ciegue
      con su hueso de sombra.

lunes, 3 de marzo de 2014

De libro XLI ( El cretense)



      Juan Pardo de Tavera

      Está todo en el cuerpo.

      ¿Hoy lo recuerdas
      si ya no tienes cuerpo?

      Pues cuando lo tenías
      no querías
      y él te llevaba a ti
      y tú usurpabas otros cuerpos,
      les robabas su quebrantable
      diamante, sus hermosas
      sortijas vertebradas,
      su carne
      de oro puro
      de vivir,

      y escuchabas
      a las madres, los hijos de esos
      cuerpos, pavesas en la hoguera,

      y escuchabas
      gritar amando un árbol íntimo,
      gritar: ¡adiós mi cuerpo,
      mi tesoro!

        Pues cuando lo tenías
        te asustaba.

        Y todo ahí  palpita, todo
        cruje y se duele, todo es cuerpo.
                                            
        Mírame desear
        desde este cuerpo.

        Y dime, ¿qué otra cosa
        te piensa, ahora que eres nada
        sin tu cuerpo?



        Editorial Celya.