Fresas en un cestillo
Procuro probar un bocado
para cerciorarme
que mi corazón agridulce
aún está vivo
y acepta
leves porciones
de vertiginosos momentos
o ser una diosa que elige.
Pero la pulpa que quisiera
verter
en mi garganta-jugo
rojo animal, costoso jugo-,
la carne
del corazón que me captura
ignorando su pulso
crece en el pecho escapadizo
de mi alcance
y descubro
que es mi sagrado corazón
en ese ajeno pecho
quien me llama.
Ser diosa no es bastante,
ni la elección,
ni el agasajo ubérrimo
de pequeños amores suaves
entre los dientes con su grano
ardoroso.
Ser diosa no es bastante
sin recobrar
mi corazón
que empuja un rojo desatino
en otras vértebras.
Sin recobrar mi corazón
que gusta
de residir distante
con su robada vida.
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