Quiero asomarme
y que mis hombros se despejen
de la tristeza.
Entra el viento de olor ciruela
agitador de los balandros,
empuja la plata a los rielos
y desanuda cuerdas para
la tarde convertida en pulpo.
Entra ese viento casi un hombre
y por qué regala petunias
y geranios cuando perfuma
con sal,
con escama,
acaloradamente.
Quiero que me vacíe, me despeje
lóbulos,alise membranas
mías, no me deje pensar.
Es el momento de las telas
coloreadas, el reflejo
del incesante movimiento.
Es el cristal de la ventana:
doble tarde, doble esplendor,
distante muerte.
* Matisse.
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