sábado, 2 de noviembre de 2013

De libros XXV (Hermes. 1995-2005.Poesía en Toledo)


Adelina Esteban publicó repetidas veces en la revista Hermes.Todos sus poemas tenían como referencia el maravilloso libro: FOTOGRAFÍA. Royal Geographical Society. 150 años de expediciones. Ella, Adelina, es mi espejo.






      Casas de piedra en Dunkat, en el valle Spiti del Himalaya. Sobre1870 

      Donde la hierba apenas tiene un nombre 
      y las únicas flores pertenecen 
      a coronas de hielo, a los Aditya; 
      donde la piel se seca y se confunde 
      con el color del barro o las boñigas 
      de ovejas aceradas por la altura; 
      donde las rocas aman los glaciares 
      y se envanece un mundo fragmentado 
      pero se hace cristales y se alisa, 
      es absurdo pensar que moriremos. 

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      Y el texto que María Muñoz publicó sobre estos poemas:

        VERSOS DE LA DIOSA DEL ÓXIGENO
        o
        FORMAS DEL ARBOL QUE AGRADECE LOS SALUDOS

        “Junto a tu lado pasa con andar / de futuro esperándola sumiso”. Juguemos a conjeturar por descubrir la imagen del recuerdo: ella es altiva y concluyente en su elemento. Cadencias de ligereza, conformidad… “Viviremos del aire, / en una lágrima, / en un aturdimiento”; pero ¿qué hecho satisface la contemplación?, ¿qué, no usurpa el espacio? Un sortilegio aúpa la materia donde el mensaje late con fuerza de reclamo.

        Todo parece accesible a un mundo que precipita su huida o la gloria deliberada de la belleza. 

        Busquemos esa respuesta al instante de claridad de un imposible en la mirada evocadora del relato. El rastro ágil, voluptuoso, de una escritura portadora de confianza ha puesto en colisión los referentes de lo cercano y un modelo personal de significar. 

        Nada altera el curso de los acontecimientos, las palabras nos vienen dadas junto al sentido de las cosas, anudan el tiempo y su núcleo de percepción, son mediadoras y sus efectos preceden a las causas en el concierto del orden de la propia memoria. 

        Llenas de revelaciones, las palabras conforman su entropía en un horizonte que jamás disminuye. La creación como destino es una particular experiencia humana.

        En términos de pensamiento es una realidad; también un acto consecuente pues instaura vida, conecta afectos o rememora lo sensible. Quizá sea un rasgo derivado del entendimiento, un logro del ánimo frente a lo sublime y lo bello; la estética despliega los límites, cifra lenguajes, interpreta silencios… de algún modo nuestros paraísos son una invención formal, vuelos de la imaginación con su naturaleza eterna.

        Avanza la conciencia en la frase infinita y emerge lo vivido en toda su extensión y, más allá de la hermosura del viento o las mareas, otra singladura bordea la tierra y su tono salado: “Donde las rocas aman los glaciares / y se envanece un mundo fragmentado / pero se hace cristales y se alisa, / es absurdo pensar que moriremos”.

        Así camina este ejercicio liberador y polifónico del poema. Descarga semántica, identidad, frescura; ritmos como respiraciones que aceleran el momento preciso de la instantánea el corazón y su música. Y un despertar de la presencia en estas secuencias justificadas, fórmulas del sentimiento deslizándose.

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