Tomando té
No te preguntes por el gesto
que recoja un adivinarse
en el siguiente paladeo
o que el tiempo vaya subiendo
con su sombra.
Ahora escucha al río,
sigue en su refugio calmado,
mueve tus dedos con las plumas
de un ave femenina, clara
en la caricia de la taza,
y bebe sin pensar qué lucha,
que guerreros desde el futuro
o qué sonidos rasgarían sedas
de la tarde.
Sólo contempla,
mientras te deleitas,
cómo se desliza el atuendo
de los
árboles que aman
tu casa,
oye murmurar a los peces
cuánta fugacidad,
oye a tu soledad sentarse
muy cerca
y ofrécele otra taza.
Bebed juntas, calladas,
porque el tiempo no existe.
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