Botticelli. 1489-90. Galería de los Uffizi
I La
mano ciega
Se
diferencia del amor, es un murano fácil de quebrar.
No,
no como el amor, como cariátide de amor ahí,
en pie en su ruina dura, sosteniendo un techo de viento cuando ese dios,
¿dónde permanece ese dios?
Es un apártate
de mí
y la
mano repite gestos de rechazo – todas las manos ciegas adivinan la puntadeliciosa
e hiriente de la flecha-
Es
un estar a punto siempre de quemarse, pero la mano va y se quema, es lo primero
calcinado, es un pájaro aleteando en su lumbre,
es
lo primero derrotado, es una copa líquida y brillante que pareciera
que
arrasara fluyendo.
La
mano va y lo toca porque no hay otro gesto aunque se aparte.
Y no es como el amor:
granito o cuarzo sin parpadeo entre las llamas.
II L a mano
escucha
Asentiría
con cautela, así se salvaría pero se
imanta al rostro.
No
habla de los ojos azules,
queridísimos,
no
habla de los labios carnosos con silueta precisa para besar, ni siquiera con la
nariz conversa.
Palpa
con
sus terminaciones sensitivas y descubre que una música surge de lo increíble, que una música surge para besar desde el otro planeta…
La mano
hace
el amor con las mejillas del mensajero... si pudiera
ronronearía
y si
pudiera desnudarse de velos bailaría esa
lasciva danza.
Aunque
nadie
narra cómo la mano desistió para dejar
al ángel regresar con respuestas.
Tal
vez porque no es el amor aquello que consigue su perfección de vuelo.
III El
cuerpo acepta
La
cintura se arquea y el muslo se antepone
a la intrusión.
Pero
el miedo sostiene dos segundos su paralizante desconfianza, después cae.
Después
el miedo cae y cae la luz de la tarde
poblada
con
juegos y lecturas, niñeces de quien cree
que el amor cimenta los días de vivir.
Y lo
que atrapa a la cintura, la desdobla de su giro y la domina de ansiedad, no se
parece al amor
ni a sus anillos
intencionados.
Esto carece de algún nombre;
como
el agua, toma la forma del cuerpo que lo acepta y, como lava, luego solidifica su
delirio.
Y,
al no dejarse nombrar, nunca cesa en la herida que ensaliva y nunca duerme.
Con
la apariencia del amor
penetra,
¿qué
permanece ileso tras su encuentro?
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