viernes, 24 de agosto de 2012

IV RAVEL

      Para escuchar: Trío en La menor...


      Trío en La menor para violín, cello y piano

      Moderado

      Nos buscamos en la casa para seguir hablando de eso pequeño que, por costumbre, suelen contarse las ardillas.

      Ahí está el viejo vinilo de Tosca, siéntame, padre, en tus rodillas, porque emocionarse consiste en un mediodía claro donde nada interrumpe la complicidad. No hay furtivo que sepa cazar esta criatura delicada. Ahí está la caña hueca de bailar, retira el sillón, haz espacio que moriré si no puedo seguir un vuelo.

      Pantoum

      Esta casa es un fresno y el río cruza por dentro. Peces subiendo a la corteza de agua para alegrar las ausencias. Niñas sin humedad aleteando con los patos. Peces que canturrean las canciones desentendidas, peces recogiendo lo que tiene de hermoso la ciudad.

      Las niñas del árbol son descuidadas con su ropa, escalan los muros del jardín de Florinda, siempre se cortan las manos con los cristales disuasorios, pero poseen ahora el jardín del ceramista, juegan con los gatos de la Dama y consiguen ver lo que otros han olvidado como, por ejemplo, las gumías mágicas.

      El fresno es una casa con dioses de color rojo para abanicos de Pablo; contiene la lentitud asgard de los lugares más deseados y queridos. Y si tú la cerraras porque te vas a las islas de los asfódelos, continuaría habitándose: niñas que son madera, escritura dentro del tronco. El río pasa y limpia sus palabras.

      Pasacalle

      Parpadea en las conchas de las casas y se asoma a miradores acristalados, te está llamando. Persianas que tamizan el resol del mediodía, que respiran dentro.

      Conoces habitaciones con la penumbra comenzando a arder, vividas por un gozo irisado,  el gesto del sexo. Conoces un patio de geranios blancos y vírgenes perfumándose con albahaca. Nada rompe la siesta de los corredores ni el amor quieto de los peces en el pequeño estanque.

      Sigue caminando en la franja de los espejismos. ¿Hay alguien que pregunte por los gatos salvajes resguardándose del desierto en los zaguanes? ¿Hay alguien que te pregunte cómo salir del laberinto?

      Sigue andando porque vas en compañía de sombras en estas calles cegadoras a un lado.

      Sigue, suda, retárdate, busca fantasmas que suben adelfas desde el puente y traen para ti la hora melancólica de distar exactamente lejos de todo.


      Final animado

      Y no deja de habitar una alegría aunque sea desconfiada, Amalia.

      ¿Es posible que no te vean cuando estrenas la calle con la espuma recogida del mar hablándote? No, no escuchan, giran en la sal y creen que es niebla. Pero tú alargas la mano y dices en alto: en este rincón de los castigos crecerá el rosal de sangre ansiada. Das dos pasos y vuelves a decir: para los olvidadizos siembro en el cruce de las calles una pasionaria.

      Nadas elegante, consideradamente entras en templos sumergidos y desmiembras ramos morados porque los obispos se esconden de suaves carnívoros en el despilfarro. No está bien, ¿verdad?, que los nidos de pájaros muertos ocupen aire de deseo.

      Reside de cualquier modo la alegría. Braceas con flechas cabales en desgarros. Nadas, te caes de las torres donde opinan que duermes. Nadas, cruzas las ruinas. Sólo por ti la mañana desdobla su incertidumbre en la ciudad. Quizá no otorga lo que ellos conspiran pero no deja de habitar su brillo en tus ojos.

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