Moderado
Nos buscamos en la casa para seguir hablando de eso pequeño
que, por costumbre, suelen contarse las ardillas.
Ahí está el viejo vinilo de Tosca, siéntame, padre, en tus rodillas, porque emocionarse consiste en un
mediodía claro donde nada interrumpe la complicidad. No hay furtivo que sepa
cazar esta criatura delicada. Ahí está la caña hueca de bailar, retira el sillón, haz espacio que moriré si
no puedo seguir un vuelo.
Pantoum
Esta casa es un fresno y el río cruza por dentro. Peces
subiendo a la corteza de agua para alegrar las ausencias. Niñas sin humedad
aleteando con los patos. Peces que canturrean las canciones desentendidas,
peces recogiendo lo que tiene de hermoso la ciudad.
Las niñas del árbol son descuidadas con su ropa, escalan los
muros del jardín de Florinda, siempre se cortan las manos con los cristales
disuasorios, pero poseen ahora el jardín del ceramista, juegan con los gatos de
la Dama y consiguen ver lo que otros han olvidado como, por ejemplo, las gumías
mágicas.
El fresno es una casa con dioses de color rojo para abanicos
de Pablo; contiene la lentitud asgard de los lugares más deseados y queridos. Y
si tú la cerraras porque te vas a las islas de los asfódelos, continuaría
habitándose: niñas que son madera, escritura dentro del tronco. El río pasa y
limpia sus palabras.
Pasacalle
Parpadea en las conchas de las casas y se asoma a miradores
acristalados, te está llamando. Persianas que tamizan el resol del mediodía,
que respiran dentro.
Conoces habitaciones con la penumbra comenzando a arder,
vividas por un gozo irisado, el gesto
del sexo. Conoces un patio de geranios blancos y vírgenes perfumándose con
albahaca. Nada rompe la siesta de los corredores ni el amor quieto de los peces
en el pequeño estanque.
Sigue caminando en la franja de los espejismos. ¿Hay alguien
que pregunte por los gatos salvajes resguardándose del desierto en los
zaguanes? ¿Hay alguien que te pregunte cómo salir del laberinto?
Sigue andando porque vas en compañía de sombras en estas
calles cegadoras a un lado.
Sigue, suda, retárdate, busca fantasmas que suben adelfas
desde el puente y traen para ti la hora melancólica de distar exactamente lejos
de todo.
Final animado
Y no deja de habitar una alegría aunque sea desconfiada,
Amalia.
¿Es posible que no te vean cuando estrenas la calle con la
espuma recogida del mar hablándote? No, no escuchan, giran en la sal y creen
que es niebla. Pero tú alargas la mano y dices en alto: en este rincón de los
castigos crecerá el rosal de sangre ansiada. Das dos pasos y vuelves a decir:
para los olvidadizos siembro en el cruce de las calles una pasionaria.
Nadas elegante, consideradamente entras en templos
sumergidos y desmiembras ramos morados porque los obispos se esconden de suaves
carnívoros en el despilfarro. No está bien, ¿verdad?, que los nidos de pájaros
muertos ocupen aire de deseo.
Reside de cualquier modo la alegría. Braceas con flechas cabales
en desgarros. Nadas, te caes de las torres donde opinan que duermes. Nadas,
cruzas las ruinas. Sólo por ti la mañana desdobla su incertidumbre en la
ciudad. Quizá no otorga lo que ellos conspiran pero no deja de habitar su
brillo en tus ojos.
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