Aunque la suerte, ciega,
entregue
el don de la fertilidad
donde crecían los helechos
espero que no se resigne
el árbol a ser abatido.
Que le crezcan dientes de flor,
que no toda su mansedumbre
sea cristiana, que parezca
el antiguo padre Yggdrasil:
el árbol del mundo
de la serpiente
y de la lluvia.
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