Qué raras las visitas, a
veces.
Suelo habitar un frío de escarcha
matinal y un sol escurridizo
como pelo de pez en las aguas
de invierno.
Suelo comprender a los gorriones
durísimos:
de mineral su breve plumón
cuando hay peleas por una miga
helada.
Suelo hablarle a enero de
Castilla,
del misterioso calor del árbol
junto a un banco, al sol, el sol
con branquias,
al solecito.
Pero de pronto hay una mañana
de palmeras de nieve.
Nevó toda la noche
y jamás es triste esta visita
aunque cubra en los países altos
lápidas y traiga despedidas.
Una sorpresa aquí,
casi un regalo…Mira las huellas
de las patitas de los gorriones
o son los niños.
¿Viste palmeras en la ciudad?
¿Y cuánta nieve crees que cae
sobre los muertos?