Acuarelas de J. A. G. Villarrubia |
Retratos de Al-Fayum
Matrona con diadema
El llanto es tanto cuando
la despedida de vivir
que los ojos crecen y acogen
el humo y aunque ella, la muerte,
acaezca de pronto
-un derrumbe de avión,
resbalarse en el baño-
ya hay esa pena y esa rabia
en el llanto primero
después de haber nacido,
mirando con ceguera
a la madre
y respirando
dolorosamente.
Mujer bella y joven
…Y la manzana verde
de sus labios
no tiene tiempo
para probar dulzuras.
Se está yendo y, apenas,
comprobará
los fuegos invernales.
Se está yendo con joyas
todavía de niña,
casi juego, amuletos.
Se va apenas estando,
ahora ya se ha ido.
Hombre con barba,
hombre con gesto
No parpadean.
Los muertos nunca parpadean.
No hacen otra cosa
que observar.
Abandonadas muchas lágrimas,
recién casado y cuidando
la barba con esmero,
ve a su joven esposa
caminar,
desvestirse del luto
y elegir otra boda.
-Sabemos
que muere quien se muere
desde dentro hacia fuera;
entre tanto, lo ajeno
roba
la íntima sustancia
que late bajo el nombre-.
Los dos no se han cansado,
no son vivos ni muertos
ni máscaras ni olvido.
Y nunca parpadean
mirando nuestra nada.
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