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Juan van der Hamen y León. Museo del Prado |
Plato
de ciruelas y guindas
I Es el secreto,
no, no lo es.
Una
gota en mis labios como
antigua princesa durmiente
y la ponzoña me despertara,
abriera mis labios, sentir
me duele
embriagador.
II Herir la fruta,
herirme, mírame,
aún no me toques, degusta
muy dentro en tu sexo, demora
rasgar la firmeza, el polvillo
impregnado que aviva el don
de la sed,
que vuelve insoportable el gesto
de la espera.
III ¿Cómo se ofrece transparente
la madurez y la afrutada
excitación
pareciera imposible, fuese
jadeo, fuese algo pequeño
y redondo
y, sin embargo, poderoso?
IV Y fuese
indecible el secreto,
pero se muestra.
Yo sé que lo ocultado está
presente, que lo protegido
es el regalo.
Tengo el mismo poder
que ese reflejo en el latón.
Mi apariencia perfecta, dulce;
estar quieta, callada,
iluminada por el ansia.