La música.
1939
Cierro
los ojos
porque adivino que las manos
cortadas de los muertos cubren
el
cielo con sus dedos de alga.
No estés más triste, me repito.
Mil novecientos treinta y nueve
escapó de
la primavera. La escarcha
es la alcoba
mejor
para
un abril o mayo turbios
de
la venganza.
Cierro los ojos,
oigo la cantinela roja, a niños
contando entre las cuerdas
de
la guitarra los claveles lanzados al aire, expatriados
en
barcos.
Oigo,
tras el horror, la música
destinada
a un leve descanso en el recorrido de la angustia.
Cierro los ojos,
no
estoy más triste que la tarde de los
jóvenes demasiado
rubios
y guapos para negar tonadillas
armonizadas
por
alguien que se parecía
a
Federico García Lorca.
Cierro los ojos, oigo acentos del
balanceo de las manos,
ay,
sin sus muertos.
Después
del horror la música va revelando la quietud,
una
rara e íntima quietud.
Tal
vez no hay tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario