domingo, 31 de mayo de 2015

Del libro LA MÚSICA DEL FUEGO






      Piromancia I

      Viene una mujer que conoce el curso del río habitado bajo tu casa.

      Viene recortando fechas del calendario para hacerse un collar de olvido.

      Y se aparta una nube por mirarla, se gira un girasol cuando la escucha, se entusiasman los abejorros, se alzan las algas del estanque, se enemistan tus puertas abriéndose de pronto.

      Ella se diferencia de la seca textura que ha cubierto tu cabeza con ceniza.

      Es roja
      entrando con paso apasionado, despreciando las ramas que no sirven ni de bengalas a tu corazón.

      Verde,
      apenas un destello porque el jade lo guarda para herirte sin costillas tu sexo.

      Amarilla
      si refleja el espejo mediodía cómo excita a la tierra sólo hablándole de la isla donde fuman los chamanes del sueño.

      Y azul
      si hay instantes en que prefiere el polvo que acoge la memoria de un cometa, o en tu pestaña el lado submarino, o el dardo que precisa de tus ojos.

      Hoy viene blanca,
      tan blanca que ha asustado a las ermitas, llena de niños, blanca, de la escarcha, blanca, desnuda, blanca como el agua.

      Se adivina a sí misma, viene hablando de un beso todavía infranqueable, del puente que no cruza todavía tu perfil receloso, tu distancia.

      La predicción del aire entre sus labios, la piedrecilla fácil de su sexo, la espina que penetra floreciendo, el momento de ansiar morir, son los naipes volando todavía, los planetas que ruedan a tu sombra.

      Viene pintando en fechas otros peces, murmurando a la tierra, se aproxima.


domingo, 24 de mayo de 2015

Del libro: SI ELLA NOS MIRA

                

EL BOSQUE DE LA NOCHE*

      El brillo del alcohol de la Luna en la cabellera de Peggy Guggenheim, opulento brillo de quien se adorna con el pasador fatal de las coleccionistas,

      para verte bajar por la Quinta Avenida desde el abrazo irresistible de la muchacha que se embriaga con el ansia de los amantes de ambos sexos humedecida por el ron.

      Te sostiene el brillo de un ser pagano en el ingenio de una devoción que distingue la lozanía de un hombre, insensato en su desnudez, del terciopelo de  la muchacha,  más hermosa cuanto más se fustiga a sí misma.

      Para verte bajar, mi tórtola, cuánto te envidio, príncipe femenina, nunca jamás princesa.

* El bosque de la noche es el título de una de las novelas de la escritora Djuna Barnes ( en la foto) Magnífica obra.



sábado, 16 de mayo de 2015

Del libro IDOLATRÍAS



      MAQUILLAJE


      Quiéreme más,
      hasta que no sepamos la distancia
      del color del mercurio
      y tengan que buscarnos
      en las caricaturas.

      Tu rostro con mi rostro,
      tus cejas paralelas a mis cejas,
      tu eye-liner consiguiendo
      el almendrado fruto de mis ojos
      que ansían bucear
      el agrisado mar de la galerna
      de tus párpados
      y el espumoso azul para los lirios
      sumergidos.

      Bésame más,
      en la perversa forma
      gordezuela
      de tus labios,
      en el cristal tan frío que prefiere
      morderte,
      no restañar la herida que yo te haga
      y consentir la curva
      de un dibujo magnífico en mis labios,
      como Bella
      Durmiente
      conservando el sabor del maleficio.

      Quiéreme más,
      bésame más,
      que tengan que buscarnos
      en las caricaturas


      y tú,
      igual que Alicia Liddell mayorcita,
      no fueras a cruzar
      sino que amaras
      mi vertical pupila y descubrieras
      que falta el necesario
      aviso perfumado
      en tus mejillas
      y después,
      con la mirada estática de un ídolo,
      ya sabes que es perfecta
      tu afección,

      y después me sonríes,
      te sonríes
      marchándote.



sábado, 9 de mayo de 2015

De la Revista Hermes nº 17



      Hora perfecta

      La luz de esta mañana
      me ha vuelto primitiva,
      esencial,
      transparente.

      Ahora
      me parezco a los loros,
      a la melia azedarach
      y a las piedras.

      Cada cosa callada
      respira suavemente;
      el deseo es un ciclo
      que se consuma lento
      y recreándose
      en su fugacidad.

      Cada cosa importante
      -siempre tan invisible-
      despierta sin agujas
      y va fluyendo

      y va
      tranquila ardiendo.

      La luz de la mañana,
      con su tiempo más verde,
      me ha regalado el don
      de la caricia.