sábado, 24 de mayo de 2014

+de libro VII ( Cielos de Toledo)

No quisiera insistir demasiado en este libro...pero es que me gusta...ah, vanidad...



      Tantas, tantas veces
      allí, en la altura, desde el Cerro
      viste marchar al navegante
      de la jornada de septiembre.
      Y la corona de los reyes
      muertos de San Juan
      era un puerto que, a contraluz,
      se ennegrecía con la espuma
      de la costumbre en despedirse.

      Hoy, igual que siempre,
      cuando admiras esa belleza
      del marcharse y los melancólicos
      insisten en la brevedad
      de su herencia
      -aunque tú no, tú amas
      no acobardar momentos ni aire
      agotado-,

      hoy, cuando las cigüeñas, cada una
      sobre su torrecilla gótica
      o equilibrando la veleta,
      miran la huella del navío
      y recuerdan a verticales
      gárgolas,

      tiene la tarde un interés
      por la fugacidad del rastro
      de lo hermoso,
      tiene la tarde una disculpa,
      y ni un gemido del adiós
      quebranta el momento.

      Esta delicadeza surge
      del vivir

      y es entonces
      cuando el fotógrafo captura
      un secreto del irse, pero
      se queda todo anocheciendo
      grato, consintiendo.
                                                     Para Ricardo Martín



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