sábado, 22 de febrero de 2014

XL De libros ( Entra el viento de olor ciruela)




      LA VENTANA.1905*


      Quiero asomarme
      y que mis hombros se despejen
      de la tristeza.

      Entra el viento de olor ciruela
      agitador de los balandros,

      empuja la plata a los rielos
      y desanuda cuerdas para
      la tarde convertida en pulpo.

      Entra ese viento casi un hombre
      y por qué regala petunias
      y geranios cuando perfuma
      con sal,
      con escama, 
      acaloradamente.

      Quiero que me vacíe, me despeje
      lóbulos,alise membranas
      mías, no me deje pensar.

      Es el momento de las telas
      coloreadas, el reflejo
      del incesante movimiento. 

      Es el cristal de la ventana:
      doble tarde, doble esplendor,
      distante muerte.

      * Matisse.

domingo, 16 de febrero de 2014

XXXIX De libros (Si ella nos mira)








      EL OUSE


      Virginia Woolf se sentó en mi sillón ese día

      Fuera de la casa, en los aserraderos de la hierba, las cigarras caídas se buscaban para amarse aunque toda la ciudad fuese un horno donde un dios vengativo cuece deseos de haber sido un hombre.

      Fuera de la casa brillaban los patios con abanicos detenidos entre las uvas verdes, radiantes de veneno. Luego cambian al jade de las lenguas que aseguran no olvidarme jamás.

      Algo sencillo y sombra era un silencio de siesta bajo el pie  del mediodía; es un silencio el trigo de mi mesa, montoncitos de tiempo granulado que agrupo sin anillos con un dedo de tinta.

      Tengo una carta lista para el vuelo de la muerte, una palabra blanca aprovechando el instante de estar sentada, fina, ligera cuando el peso sofocante se abate hacia los cuerpos consentidos.

      Seguro que no duermo; en el silencio se ha vertido el matraz de una hechicera.

      No hay viento de sudor y no hay campanas, ni avisos  que aconsejen desoír este silencio mágico poblando mi casa  o mi cabeza con su ruido.

      Alguien con g que inicia un paseo que lleva a las marismas,  un trayecto del río que reúne la gravedad de piedras de suicidio en los bolsillos y habla con Ofelia porque marzo termina con las vidas cansadas; una figura de humo que se viste con flores de raíz, hija del limo mirando, pensativa, un lado oculto, robada del momento en que recibe, sentada en mi sillón, a sus fantasmas.

      Veo transparentarse su sombrero, su invisible perfil tomar la forma de una dama delgada que adivina su imposible visita  en mi verano.

      Supe que no fue herida por el agua.

      Le dio la luz, la vi mirar distante decidiendo si caminaba a Rodmell a las cinco o si tomaba el té conmigo, ahora.

      Tocó mi corazón con su postura.

      Aceleró mi pulso, trajo el tiempo. Después se disolvió dejando un hilo de olor a mujer pez de una isla griega.

      Después sopló la tarde en mi cosecha de trigo.

      En los aserraderos de la hierba los niños sin restar desordenaron el silencio, la tinta, el bebedizo.

      El horno apaciguaba su cochura y un borde de abanicos sesgó el aire.




sábado, 8 de febrero de 2014

De libros XXXVIII (Coloricanciones)



      CELESTE                    (Para Alba y para su abuela)

      Si estoy con vencejos volando en sus bodas
      de pájaros.

      Si un día de helada, de esos días nítidos
      del recreo
      del Ángel,
      los niños, jugando, pescan abalorios
      con su aliento leve.

      Si estoy con salmones saltando las presas,
      regresando a nidos de los manantiales.

      Si un día de fiesta vamos a bañarnos
      al Pusa
      y de las libélulas- que sé que son primas
      y se ríen siempre de las mismas cosas-
      aprendemos eso celeste del gozo.

      Si estoy con la luz, y me vuelvo luz,
      y desprecio el peso
      de lo triste
      y soy esta luz, y el aire, y la luz
      feliz
      y no pienso.

sábado, 1 de febrero de 2014

XXXVII De libros ( Fantasmas y cálamos)



      Fresas en un cestillo


       Procuro probar un bocado
      para cerciorarme
      que mi corazón agridulce
      aún está vivo
      y acepta
      leves porciones
      de vertiginosos momentos
      o ser una diosa que elige.

      Pero la pulpa que quisiera
      verter  en mi garganta-jugo
      rojo animal, costoso jugo-,
      la carne
      del corazón que me captura
      ignorando su pulso
      crece en el pecho escapadizo
      de mi alcance
      y descubro
      que es mi sagrado corazón
      en ese ajeno pecho
      quien me llama.

      Ser diosa no es bastante,
      ni la elección,
      ni el agasajo ubérrimo
      de pequeños amores suaves
      entre los dientes con su grano
      ardoroso.

      Ser diosa no es bastante
      sin recobrar
      mi corazón
      que empuja un rojo desatino
      en otras vértebras.

      Sin recobrar mi corazón
      que gusta
      de residir distante
      con su robada vida.