IX
Me golpeaba tanto
con el amor...
El mapa de mi espalda guarda
ríos que me bañaron con su escarcha
deshaciéndose a un sol de primavera.
Era la intensidad
de un amoroso dolor que me hacía
fragilísima
o me transformaba en redondeadas
montañas sin incertidumbre,
o una llanura donde la cometa
de una mano bailaba sin cesar
y yo crecía en junco,
en árbol,
en alado caballo para
dar alcance a esos dedos
que despertaron a mi piel
de sus niños.
Yo me movía con la ligereza
de la mujer que aún no tiene
secretos
sino el ansia
que la desmesura convertía
en pájaros que nunca hubieron
de morir.
Me golpeaba tanto
con el amor
que el tintineo de los crótalos,
cuando levantaba los brazos,
era mi desafío a la nocturna
palidez de un mundo carente
de mis muslos.
Me golpeaba
una
y
otra vez
para que el amor me besara
las laceraciones,
para que en los cambios de tiempo
las cicatrices me picaran
y no olvidase nunca
cómo mi espalda amaba tanto daño.
Me golpeaba,
me abandonaba a un paisaje de sangre
y de deseo.
Una celebración de mis heridas
que nadie supo,
sólo el amor sangrando por mi espalda.
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