Una blandura diferente a la de la seda, cercana al
pétalo que va a morir después de apropiarse de la hechicería,
cercana a los pájaros zancudos del río. Algo feroz la impulsa a volar y torpemente
aletea; cercana a los peces carnívoros que sólo poseen la paciencia de
aguardar.
Distinta a la piedra habitada por un viento antiguo…
O tal vez sí sea la fragilidad como la piedra, como
una niña que puede ser robada, chupada, como el anciano que se rompe la cadera
porque el tiempo de montar al caballo de los días es un poniente hambriento.
Noviembre recobra al dios que aventa.
Hoy no se preguntará si existe otro divinidad morando en
la blandura.
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