Magdalena penitente*
Lo que se refleja en el espejo recuerda a la vanidad,
pero hay algo quieto,
agrado de la luz en el rostro,
-incluso la
mate calavera ante esa luz, incluso más
tenue cuando me distancio de la mesa y tiendo, como todas las diosas convertidas
en rasgo infamante, a la sombra, incluso conociendo la belleza vencida, el disfraz de
mi despojo-.
No se extiende la melancolía enfermando al instante,
moviendo al dolor.
No existe un parpadeo más tranquilo, un deseo más
lento en herir.
Pensativa,
pero
¿quién no se apena si deja disolver el momento pagano,
el momento cercano a la muerte ansiada?
Descubrir la piel desde los pies, abandonarse a cierta
burla que se transforma
en un regalo.
Pensativa más que capturada en la fugacidad. Pensativa
y serena más que retirándose de su amor.
Como si el tiempo al fin desistiera del desaliento
-y una presencia se sentara a mi lado me hablara suavemente…-
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