sábado, 6 de octubre de 2012

4 SUELTOS 4


      Respiro el aire que respiran
      y les pertenecen
      los balcones que abro a Venecia
      o al amanecer
      de las granadas más antiguas.

      No están cansados ni su carne
      pesa por la fidelidad
      al oro
      o estén obligados a abrir
      los ojos.

      Respiro su aire
      y acaricio sus sábanas
      sin cuerpo o rastro, olor o pena.

      Les hablo de  mi amor
      y se sonríen indulgentes
      como si me hubiera sacado
      de la nada el amor
      y nadie hubiera amado
      antes.

      Una sonrisa
      semejante al aliento o música…

      Esta respiración, la suya,
      me sujeta.

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