RUBÍ
Cuando
besé a mi madre en la mano
el
día de su muerte,
la
talla princesa del rubí
de
su anillo se había alisado.
Eso
debe ser dejar atrás
la
rigidez, la vigilia, el llanto:
limadas
las aristas,
desgastados
los bordes
y
cada vez más blanda
la
dureza.
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