miércoles, 25 de octubre de 2017

Sobre Víctor Serge




Texto leído el pasado 21 de octubre en la presentación del libro RESISTENCIA. Una hoguera en el desierto, de Víctor Serge. Publicado por El perro malo:



La tierra con ojos de pantera

En Oremburgo, entre Europa y Asia, en un puente sobre el río Ural que, como todos los puentes, separa y une, alguien escribe:

“… la tierra tiene ojos de pantera
¿posees de verdad el amor de la tierra?
cielo desgarrado por los cometas
absurdo niño que desesperas
¿eres la víctima de los poetas?”

Y mira esa tierra que riegan el Ural y el Sakmara, espacio de la lluvia constante, del frío, de la estepa más allá -desierto de tierra donde nada puede clavarse y donde los kirguizas hacen hogueras con bosta-… Esa tierra con ojos de pantera que seduce en primavera a sus víctimas con perfume de cortas florecillas; así espera y sólo abre su boca para engullir cuerpos tan heridos, apurados hasta los huesos por la impotencia, por sostener un latido más. En los días claros de aliento convertido en vaho por la heladura, el hombre divisa los gigantes del Karakorum, -allí hay mujeres adivinas que siempre llevan el nombre de “mirarlejos”- y se pregunta por el Atlántico distante, por ciudades americanas que están más inalcanzables que Saturno.

“Nosotros no hemos sido nunca lo que somos,
esos rostros de nuestras vidas no son los nuestros… “

Este hombre, Víctor Serge, al que lees ahora su libro Resistencia, que no conocías, que intentas ver con sus ojos mientras te sobrecogen sus poemas de una intensidad desmesurada, ¿qué te cuenta? Porque leer como alguien que escribe poemas no presupone que poseas la gracia de un entendimiento superior de la poesía; además, tú sabes que los poemas verdaderos siempre ofrecen lecturas abiertas… no obstante, has aprendido a aprender de las lecturas poéticas.

¿Qué aprendiste, entonces?
Los talentos creadores contemporáneos afirman algo obvio: toda literatura nace del yo. Y estás de acuerdo; sin embargo, los poemas de Resistencia le dan otro sentido a la significación de la primera persona literaria: frente al “yo-mi-me-conmigo” de parte de la poesía actual, eternamente adolescente, trivial, de asuntos fútiles por ser puras niñerías sensibloides, el yo poético, la palabra de Víctor Serge, que no sabe observar sino desde su desolada vida vivida, trasciende al simple recuento de los fracasos personales y consigue lo que un poeta quiere siempre, universalizar, el tú creador. Sus reflexiones apasionadas, sus ironías dolidas que van transformándose en sarcasmo, sus preguntas que quieren diferenciar al hombre de lo salvaje, que quieren saber por qué el paso del tiempo le aproxima a la fatalidad del abatimiento, su visión en apariencia distante, antropológica, ante el pueblo que habita la tierra inclemente donde él está desterrado… todo ello no es sino un grito de ánimo, de ternura sin correspondencia, de afecto leal hacia el soldado herido, el amigo muerto y hacia la idea de que un mundo mejor podría haber sido posible. Te conmueven su falta de cinismo y su cansancio sin acomodo. Esto, y no otra cosa, es el tú creador: la emoción entregada a ti, lectora, haber podido mirar con sus ojos lo terrible y también la derrota esperanzada.

“Al soplo salino del mar
la esperanza se desplegaba en ti…”

Y, por otro lado, sabes bien que la literatura es una cuestión de estilo, de marca diferenciadora; es decir: ante los poemas panfleteados -que, por ejemplo, usan términos más o menos provocadores para mover hacia la crítica, la solidaridad, etc., pero que no son otra cosa que palabras resabiadas y nunca acción-, ante la simpleza ocurrente que pretende una digestión fácil del lector de poesía, confundida desafortunadamente con la claridad y la sencillez escritas, tan difíciles de conseguir, los poemas de Víctor Serge no hacen concesión ni a lugares comunes estilísticos, ni al discurso comestible y al instante olvidable, ni al disimulo, el camuflaje de una mirada culta, inteligente, distinta… no muestran rasgos de una retórica rebuscada, señales sintácticas postizas si bien sus versos, en algunos poemas, sean largas imágenes abigarradas o el fluir de algunos otros no descanse en signos convencionales. Victor Serge escribe de un modo necesario; descubres que no podría hacerlo de otra manera, no hay impostura, nada es fingido, pero… escribir desde el yo consiste en fingir el yo-Pessoa dixit-…

En fin, Francisco Carvajal te pidió que leyeras como poeta la edición de este cuidado libro, de traducción entusiasmada también, Resistencia, y esta predisposición tuya no deja de ser otra derrota… Sí, has tocado a Víctor Serge, te ha impresionado descubrir la paradoja trágica de la revolución por la libertad que aplasta la libertad porque genera su propia tiranía; has aprendido cuándo la suavidad está de más sin que falte un afecto desgarrado hacia los demás, hacia la vida que resiste hasta un límite del dolor. Le agradeces a Francisco su petición, aunque no hayas podido leer sino como lectora, y hayas reflexionado desordenadamente y ahora lo escribas y estos apuntes sólo tengan la importancia de tu yo, que lee cómodamente sentado al lado de tus gatos y lejos de Oremburgo.

Octubre de 2017
María Antonia Ricas

No hay comentarios:

Publicar un comentario