José Antonio G. Villarrubia |
Escribí este texto que aparecía en el catálogo:
- FRAGMENTOS DEL COLOR
PUENTE
La temperatura de julio rastrea el agua del pincel. ¿Es
que no veis cómo él se deja quemar? A cambio consigue el secreto del vínculo
entre la luz y la sombra: el agua recobra el color de los príncipes fantasmas,
el agua rodea la arista de la ciudad y la mitiga. Esa juntura que él reconoce
es una mancha perfumada por el silencio.
PUERTA
¿De qué modo se atrapa una luz? En la madera
descubierta, en el dintel aún reposa alguien que estuvo oculto mientras el
tiempo biselaba piedras.
La mañana de julio mueve su realce y ha desoído
decadencias. Ahí la luz, ahí el verde azulejado, luz arqueada, enjoyada, casi
humana después de todo oscuro. Y entrar, salir, jugar, ser transparente.
ATALAYA
El viento viene con su lengua alcaén y seca la mancha
en el granulado y despierta al ojo divisando en lo alto sueños de otro tacto.
¿Qué vida detenida niega un vuelo para el papel mojado
igual que un pájaro llegando del alminar? El pájaro que nos trae tierra
encendida, que habla con el viento, que trae esmaltes, que se transforma en
viento, que nos cita.
DÍA BLANCO
Él sabe
cómo alear el resplandor y el agua: contempla
incursiones del día en una tentativa de calimas, y diferencia los blancos
dientes de aleteo de ganso, blancos que virarán a la tintura de oro denso en la
tarde ardiendo.
Pero ahora toma de la humedad la exquisitez de la
mañana; en una gota de agua aviva arbustos, riscos, puntas de iglesia, da
matices o da no color -le dicen los amigos-,
y el contorno de la ciudad a punto de irse permanece, de la ciudad esquiva a un
gesto que no sea un poroso latido.
Sí, da color y el promontorio blanco se sosiega, se
entibia y vuela claro.
HORTENSIAS
Él está dibujando signos indudables y hermosos, signos
leves mudando con el aire quieto de la mañana en julio.
Dibuja
las corolas enormes, esa delicadeza rosadazul, naranja
desde el agua atenta, azul del tiempo de su parte. Dibuja y abre una ventana;
está dibujando, dibuja, y puede suceder que efímeras flores nos hablen como un
cuento, sucedería que estamos vivos mientras vibra el color y juega con
nosotros.
Él abre
una ventana, ¿veis?, y nos favorece la luz, nos mira, nos invita.
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