jueves, 13 de abril de 2017




Leonor de Aquitania escucha Can vei la lauzeta mover  de Bernart de Ventadorn

La alondra elige el fruto de la zarza para afirmar que nada era regalo salvo su pecho abierto a las espinas. No oyó las prohibiciones de los álamos, avisos de resina hacia su olfato, sangre inminente oculta por las moras como una antigua miel que aguarda un cuerpo.

                                                     
      Dile a mi amado
      lo que le cuenta el aire
      entre su pelo,
      lo que le cuenta el aire
      cuando se agita
      en las cortinas
      que hay en su alcoba,
      lo que cuenta el aire
      aunque hablen zorros,
      lo que le cuenta el aire
      que yo respiro.

La alondra elige el fruto de la zarza no sólo apeteciendo, enajenándose, pues estaba despierta al vuelo firme de quien escoge herirse mientras deja frutos de tallo terso pero muertos. Y cuanto más se embriaga del morado zumo que se destila en su garganta, más se adentra la alondra, más empuja la rama que le clava su arma dentro.


      Dile a mi amado 
      lo que le cuenta el aire 
      que se ata al árbol 
      que hay en su patio, 
      lo que le cuenta el aire 
      que está a su espalda, 
      lo que le cuenta el aire 
      aunque haya un pozo 
      sobre su cama, 
      lo que le cuenta el aire 
      que yo respiro.


La alondra elige el fruto de la zarza porque ya fue elegida por el fuego. Desvela que su vida no es la vida sino el ir desangrándose si vive y, elegida sin celo y capturada, su voluntad decide que se entrega al fuego que la busca y que la abraza a la vez que ella come y que se abraza al fuego que la hiere y la consume.

      Dile a mi amado 
      lo que le cuenta el aire 
      de las semillas, 
      lo que le cuenta el aire 
      aunque hoy le llueva 
      bajo los ojos, 
      lo que le cuenta el aire 
      que besa el beso 
      que hay en su boca, 
      lo que le cuenta 
      el aire que yo respiro.

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