jueves, 13 de abril de 2017




Leonor de Aquitania escucha Can vei la lauzeta mover  de Bernart de Ventadorn

La alondra elige el fruto de la zarza para afirmar que nada era regalo salvo su pecho abierto a las espinas. No oyó las prohibiciones de los álamos, avisos de resina hacia su olfato, sangre inminente oculta por las moras como una antigua miel que aguarda un cuerpo.

                                                     
      Dile a mi amado
      lo que le cuenta el aire
      entre su pelo,
      lo que le cuenta el aire
      cuando se agita
      en las cortinas
      que hay en su alcoba,
      lo que cuenta el aire
      aunque hablen zorros,
      lo que le cuenta el aire
      que yo respiro.

La alondra elige el fruto de la zarza no sólo apeteciendo, enajenándose, pues estaba despierta al vuelo firme de quien escoge herirse mientras deja frutos de tallo terso pero muertos. Y cuanto más se embriaga del morado zumo que se destila en su garganta, más se adentra la alondra, más empuja la rama que le clava su arma dentro.


      Dile a mi amado 
      lo que le cuenta el aire 
      que se ata al árbol 
      que hay en su patio, 
      lo que le cuenta el aire 
      que está a su espalda, 
      lo que le cuenta el aire 
      aunque haya un pozo 
      sobre su cama, 
      lo que le cuenta el aire 
      que yo respiro.


La alondra elige el fruto de la zarza porque ya fue elegida por el fuego. Desvela que su vida no es la vida sino el ir desangrándose si vive y, elegida sin celo y capturada, su voluntad decide que se entrega al fuego que la busca y que la abraza a la vez que ella come y que se abraza al fuego que la hiere y la consume.

      Dile a mi amado 
      lo que le cuenta el aire 
      de las semillas, 
      lo que le cuenta el aire 
      aunque hoy le llueva 
      bajo los ojos, 
      lo que le cuenta el aire 
      que besa el beso 
      que hay en su boca, 
      lo que le cuenta 
      el aire que yo respiro.

sábado, 1 de abril de 2017

Para Virginia Woolf...


Resultado de imagen de virginia woolf

... esa permanencia en lo que escribes.
















      Dos poemas de dos libros, Mueren los dioses y Si ella nos mira, con 28 años de diferencia)


      28 de marzo de 1941

      ¿Qué tendría el río Ouse?

      ¿Qué descanso murmuraba
      en tu oído atormentado?

      Flotaban en tus pestañas
      cuerpos apagados de soldados jóvenes,
      talismanes de niños perdidos en la guerra,
      papelillos de novias
      con rastros de palabras.

      ¿Qué traía el río Ouse
      remontándose en su curso?

      Desbordaban tus bolsillos
      antiguas piedras de muerte,
      y tu vestido diluía su miedo,
      un instante, en el agua.

      Bajaban por las praderas
      los jinetes de Arturo
      pero el sabor de animales submarinos
      rozaba tus labios
      habitados de marismas...

      Orlando observaba sobre el hielo
      cómo peinaba tu pelo la corriente.

      Mientras que amortajaban Londres desde el aire
      te sumergías en la nada
      de tránsito constante
      huyendo de aquel desorden.

      Y la magia indecible del sol,
      cuando la infancia,
      ya sólo fue sol entre los sauces.

      Tu bastón señalaba el final de los sueños
      porque aquel día
      no alumbraba el Faro en la distancia.

      ¡De qué manera te nombraría el río
      para arropar tu piel, macerada de olvido,
      transparente de agua!

      Aún hay una sombra que sigue caminando
      por las colinas fértiles
      del sur de Inglaterra...



                                 Vanessa finaliza el retrato

      Resbalarías
      con una delgadez que necesita
      la gravedad de un pañuelo de roca,
      de una falda de roca
      añorando la infancia bajo el cieno.

      Crece el río en el mes de marzo,
      duda la dama de azules mejillas.
      Es el año invernal que persistió
      en la pereza del cisne del Ouse.

      Es el pasado
      mientras posas vestida con la ropa
      de nuestra madre Duckworth,
      y en el óvalo de tu rostro incluyo
      premoniciones
      de una mujer que llega al mar cantando
      después de hacerse un barco con el agua.

      Impregno el pincel de color salino
      porque el año de tu viaje sea
      la biografía de una de mis hijas
      que se asemeja a ti.

      Tú, mi contrincante, mi desviada
      luz, mi lienzo que ama frutos infieles,
      mi omega, garza
      que se niega a comer.
      Sólo se aquieta
      hablando en un idioma isabelino.


      Después no sabe hundirse cuando muere.