domingo, 21 de febrero de 2016

De JARDÍN AL MAR





        Ártico


        En la blandura no pisada ni una gota de sangre mancha la distancia donde atisbara Amundsen otro paraíso.

        Este jardín de rosaledas invisibles, inalcanzado.

        Con el silencio se desliza la lentitud del agua; tiene lo eterno para erguirse, tiene al tiempo sumido en un navío que se solidifica, tiene la temperatura de los cuerpos aguardando a ser efímeros hallazgos.

        Muy cerca, ángeles de ballenas cantan lo que nadie ha escuchado, se reclaman con el fraseo que hace girar el rostro a los cometas. Y el estruendo del glaciar abrazando al mar, abalanzándose, levanta el instinto de los pájaros hechos con el aliento de las diosas de la escarcha.

        ¿Qué importa aquí el amor o el hueco que deja el amor al marcharse?

        Por un momento el labio toca a la Luna y se abre boreal.

        Y la dádiva sigilosa de la belleza mantiene su absorto discurrir sin buscar una mirada que lo enturbie, un mortal adjetivo humano que lo haga dócil, caedizo.

        ¿Qué importa aquí el amor, en este jardín, si hay islas del amor vagando ausentes de propósito, islas que llevan mudos mundos y mundos aún sin heridas?

        ¿Qué importa aquí el amor si el hielo guarda todas las floraciones de una oración ardiendo en blancas llamas?


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