Durante toda la noche
Ropa tendida
bajo la lluvia:
cuando escampe, se atiesará obstinada
como cartón de niño, de disfraz
de reina de las nieves.
Una lluvia menuda
que esponja la textura
del algodón, las sábanas, banderas
de una isla rubia
donde sus habitantes acostumbran
a soñar en secreto
con vegetales ángeles de carne.
Una lluvia que ocupa canastillas
y se imagina
madres de un tiempo ajeno a los rencores.
Toda la noche empapa los tejidos
del calcetín urgente
igual que un lunes,
de la ropa interior de una princesa
frecuentada
por la gente pequeña de los bosques.
Pañuelos con adioses, con ardientes
partículas de fiebre
y de delirio,
felpa de una cocina literaria
al modo de un conjuro
en los asados
de la fiesta.
Esta lluvia desea
el trazo
que doma el pelo de los escolares,
que afina el vértice
de un lacrimal
o la gota
que señala el almizcle
en esa huertecita de los cuellos.
Ropa tendida,
bajo la lluvia, ropa habitada
que tardará en secar
pero habrá sido
más amada que a un rey,
más apreciada aún que a las sirenas.
En ella se resumen
los cinco océanos
y la primera vida de la Atlántida.
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