Vivaldi: Concierto para guitarra y cuerda en Re mayor
Largo
Cuando la casa acoge su regreso
y en su quietud acierta a dispersarse
sin tener que explicar que los relámpagos
dieron velocidad a la mañana
-veloz el cielo azul,
azul veloz la miran,
la desean, la ignoran-
y ella pregunta al amistoso espacio
pues no busca escuchar una respuesta,
y la casa, paciente, clasifica
la multitud de imágenes
que de ella se adueñaron todo el día:
en una pila, amantes de un minuto
y, en la otra pila, únicamente versos,
entonces,
ella se reconoce más hermosa
que cuando a los veinte años
podía desperdiciar
una semana entera de conjuros,
entonces,
ella se reconoce en la difusa
identidad de un nombre
que atravesó el espejo;
es otro nombre aunque sea el mismo
y es y no es
Alice sobre el Tablero.
Y entonces vocaliza
en voz alta: O blessed Solitude
de Denise Levertov,
y de lo que bailó ya no se cansa,
y de lo por vivir ya se apodera:
Bendita soledad que dejas libres
a tantas que yo soy
sin dar respuesta.
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