Insectos en las flores
Ensimismarse en la canícula,
dejar que el pensamiento apague
su mecha, y muy quietos los brazos,
muy quieto en esa curvatura
el labio agrietado de ausencia.
Se olfatea lo que traslada
una morada nube, el borde
del planeta rodante sobre
los muertos, los vidrios, los muertos.
Y es un lujo volver la vista
al lento arbusto apaciguado
o a punto de morir.
Un zumbido señala el exquí-
sito sexo del ángel mudo
y vegetal...
Pero el planeta
ha modelado con sus manos
un imperceptible peligro.
Cuando las dos moscas retoman
el terciopelo fucsia, inmóvil,
el salto de una mantis caza
algo tan leve como una sílaba,
y rompe la tormenta y rompe
su estallido
y parpadeo
y llueve.