Esmeralda
A finales de marzo,
los niños dejan sus abrigos en cualquier parte y llegan vientos húmedos, ansiosos de abrir la casa de la primavera y limpiarle las sombras del invierno.
Crece la hierba en el dominio deshabitado de la escarcha, crece la hierba herbívora, se cree perdiz o lombriz de tierra, se cree una oveja dando brincos muy poco ovejos en los pastos.
¡Es tan poderoso el color de la hierba libre tan dentro del apetito de vivir, tan dentro!
Y los niños, que antes han sido un almendro incauto cada uno, un almendro impaciente, desarropado, ahora prefieren rodar por la hierba, como se ruedan esas tontitas margaritas precoces que nadie ha cuidado.
En mi pecho la mañana verde, el instante de vuelta de los vientos húmedos, el momento nervioso de los amados niños cuando se desabrigan, se enverdecen: esmeralda feliz, la hierba.
Comienza todo entonces en los deseos.