domingo, 23 de septiembre de 2012

2 SUELTOS


      (Detalle de un vestido de Emily Dickinson. Fotografía de Annie Leibovitz)


      Las ramas de uno de los árboles  de la plaza mantienen sus hojas en el invierno, papelillos donde no escribe ni la helada.

      Ella cuenta las hojas, las protege. En cada una marca un signo.

      Ella se sube al árbol, se oscurece y no se la distingue de la madera casi negra.

      El hombre con sus perros no la ve, ni la guapa mujer con su regalo del día de Año Nuevo hasta los tobillos.

      Lejos, bastante más allá de la ciudad, en los campos pelados, muchachos muertos que la querían esperan a febrero para despertar sin memoria.

      Y ella, en el árbol,
      después de rozar despacio, una por una, todas las hojas, cuenta las tejas de la casa cercana y va colocando
      debajo, cuidadosa, una por una, pardas y húmedas, las plumas raras y perladas de su vuelo marino.

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