El campanario de
Doncellas
equilibrado con el
cielo
y una cornisa de las
nubes
frías…
Dos frisos de
azulejos ele_
gantes en el muro
cercano
no olvidan
la lentitud para
cocerse
ni esa otra lentitud
de un arquitecto
demorándose
en los detalles.
Un vino sosegado
el día
como un tapiz ni
melancólico
ni alegre,
como un gato
aquietado:
recoge y guarda
todo el calor y la
memoria
del silencio.
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