LAPISLÁZULI
Una
oscuridad de lazurita
nutre el espacio de mi cielo
estrellado.
Salgo de la casa,
camino y no me haces compañía;
sé que no te importa el azul ultramar
que Fra Angélico elige para los
mantos
virginales o que ayer murió John
Berger
y cómo inventaré otras lecturas
emocionantes.
Salgo con los últimos hilos
nocturnos;
por La Sisla se acercan caballos
de calcita: claros, aire rebosando
promesas, y fríos, tan fríos de enero
que los prunos salvajes aún
no enseñan las yemas impacientes.
Camino y nunca estoy a tu lado.
La luz que hace posible la
vida y lo visible
es una frase que recuerdo de Berger
en este instante
y es cierto que la luz zarandea todo
para que la belleza me mire;
lo aprendí de su palabra y sonriendo
con la sonrisa de Ene,
que tiene fragmentos de pirita
pero ella no está.
Hace cientos de años, desde el valle
de Kokscha
vino la piedra de los techos de Giotto
o de los ropajes de una madre
desvanecida por el dolor
en el Descendimiento de Van der Weyden.
El color de mi cielo estrellado.
No hace falta levantar la vista
o pronunciar las frases definitivas.
Ahora, lo azul abierto quema
lo oscuro, centellea…
¿Sabrías acercarte
sin arder?