Restaurante en Nueva York
Hace un instante era Christina. Hace un instante, el
desamparo.
Mírala, entra, algo varía. De repente se tiene, se
incorpora, se erige, es la heroína de un escenario hostil. Todos caníbales;
ella, una cebra.
Mírala, no le importa la humillación de lava del amante:
hace unas horas él estaba boca abajo, desnudo y narcisista, como en otro cuadro
de Hopper. Y, ella, sentada en el borde de la
cama; luego ha sabido huir del territorio adverso.
Mírala divisando una mesa vacía y anidable, decidiendo,
acaso sonriendo, decidiendo: también comeré carne.
Andrew Wyeth - “El mundo de Christina” (1948. MOMA, Nueva York) |