Espeso, palpitante. Lo eligen los niños para mostrar su fuerza.
La línea que separa el negro de la madre, fermentando escondida, del blanco de la luz que nos ciega en su vuelo.
Lo que invocan los brujos cuando traen de la niebla a los héroes dormidos.
El tejido que cubre a la esposa danzante sobre el agua.
Lo que fluye del centro y rebosa sus límites y se extiende y germina y vuelve a ser el centro.
El pliegue que resume la presencia del fuego y el calor que da voz a la pasión del mundo.