Elefantes de estar cansado,
haber conocido la noche
sin olvido, sin tan siquiera
cerrar los párpados, dejarse
llevar.
Insomnio o paquidermos. Cruzan
ahora hasta los bebederos
de la mañana. Míralos
pasar indiferentes, lentos
en su nacarado fulgor,
casi festivos, casi nubes.
¿Y dónde se atrasa la noche
de las rapaces ululando
en tu oído, con sus miradas
trágicas?
Albos elefantes celestes…
No traen el consuelo, mueven
un aire suyo, nada más.
Y, aunque el resplandor despabila
timideces en las
farolas,
la noche prosigue detrás
de los perfiles, en lo blanco.