sábado, 24 de septiembre de 2016

De SALIR DE UN HOPPER



      Acercándose a la ciudad

      En tren. Cercano, el túnel.
      No puedes desdoblarte:
      al ver el tren que te aproxima
      nunca vas dentro.

      ¿Y si no es el tren
      que quisiste coger
      cuando, oportuno, el procedente de
      tomaba la salida?

      ¿Es ese el tren?

      ¿Y si el trayecto no fue el tuyo
      y la ciudad que te recibe
      se nombra de otro modo, está
      en otro lado?

      ¿Y si ya es imposible
      volver
      a la estación de tu partida?


sábado, 10 de septiembre de 2016

De LA MÚSICA DEL FUEGO





      Morgan Le Fay canta con el crouth en Ynis Gutrin

      Flotarías, cruzarías la bruma como el auriga que orienta los meteoritos hasta Lyonesse, serías el borde de una nube que se interpone entre los osos y el parpadeo blanco, recordarías el aletazo de la espada bendita en las negras llanuras de Salesbieres. Pero estás tumbado viendo las estelas  de los que llevan una esquirla de acero en el vano de sus corazones demasiado azules; careces de la materia del oncejo que no se posa ni en los frutos maduros. Tu pensamiento no sabe atravesar el aire alto y helado de los dragones que guardan coronas. Sí, estás tumbado como el menhir enorme que señalaba solsticios, auroras, cosechas de trigo...estás tumbado, imantado, recogido, callado en la tierra....

      Escucha su música, la canción sumida,
      roja  de la tierra.
      Escucha su mano que ha tomado el arco
      y frota las cuerdas vibrantes y enciende
      una lumbre dentro.
      Deja para el águila los campos del aire,
      deja para aquellos que no escriben cartas
      porque sólo brillan, el tapiz nocturno,
      el caballo alado, los perros de Marte.

      Si te levantaras
      tu pie tocaría las ascuas, mi canto,
      y si caminaras al poblado donde
      tejen una tela que crece y te aguarda:
      en esa muchacha que viste esa tela,
      que afirma tu nombre, lo escribe en su boca,
      se inclina a tu lado, calienta contigo
      la casa de octubre;
      en la miel con vino,
      en el grato rizo del pan, en la fuente
      que lame en verano la sal de tu cuerpo;
      en cualquier madera, entre los enjambres
      cercanos del bosque, en cualquier postura
      que curve tu cuerpo.

      Escucha su música.

      Deja que te abrace la tonalidad
      ancha de la tierra, su afectivo timbre,
      mi voz, el reposo
      de mi voz, conozco cómo canta el tiempo,
      cómo se repiten sus cuerdas, sus años.


      Flotarías, cruzarías la bruma detrás del frío, olvidarías el dolor y te irías.
      Pero estás tumbado, pesado, sin alas, sobre mí tumbado.

      Escucha mi música.

      Yo te alentaría tocando mi cuerpo.