domingo, 6 de septiembre de 2015

De ALICE




      ALICE SENTADA EN EL RETRETE

      Cuando Teresa apenas levantaba
      una altura mayor de la que miden
      los gladiolos, ¿recuerdas
      que te cogía de la mano para
      llevarte a ver lo bien
      que había defecado su excremento?
      Preguntaba después dónde se iría
      su proeza asombrosa.

      ......................................................................


      Serviste de banquete a su apetito,
      fuiste manjar jugoso:

      si te tiende, violento, en el mantel
      y con esa violencia te devora
      mientras lamentas ser breve materia
      de madurada carne,
      y no deja de ti más que los huesos,
      y no traga de ti sino papilla
      nutritiva que quiere
      conocer sus entrañas,
      viajar a sus arterias y a su médula,
      evacuando de ti en el sumidero
      el miedo, el asco, el mortecino orgullo,

      también porque te ofreces participas
      de la delicia tensa de su fruto;
      no te quedas atrás
      en el modo caníbal de tomaros
      y degustas
      la crujiente corteza de su fuerza
      y llegas con tu lengua
      hasta el licor que quema tu laringe...

      él alimenta
      tu pelo, tu barbilla,
      tu columna, tus óvulos, tu danza.

      Y depones
      la parte humana y torpe de sí mismo.

      Ahora te preguntas,
      como Teresa hacía cuando niña,
      dónde se irá el barro resbaladizo,

      y es que también te gusta complacer
      con lo que no te sirve para amarlo.

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