La habitación
roja
Extraña
al
pasaje del equinoccio
en los
almendros, a la curva
de la
mañana en las paredes,
distanciada,
arropada
con el tejido
denso
del secreto de flores
bajando
para contener
el
frutero, la nitidez.
Me
pierdo en la forma
de las
ciruelas amarillas
rodando
en la mesa.
(Un
don encarnado ilumina
internamente
el equilibrio)
Y soy
yo,
bisbiseando
a los licores,
repartiendo
calma a las frutas,
quien
aleja voraces dientes
de
este día… nada
se
precipita al fin del gusto,
nada
abatido de las sillas
de
enea.
Sentaos
en la luz, les digo
a los
fantasmas.